La consagrada novela sobre Juan Manuel de Rosas en una compleja y novedosa máquina teatral que propone una mirada poética para aproximarse al personaje maldito de la historia argentina.
En su novela Andrés Rivera presenta a Juan Manuel de Rosas exiliado en Inglaterra. El hombre que ha dominado los destinos públicos y privados de la Argentina por más de veinte años se ha convertido en un farmer, un granjero en las afueras de Southampton. Está solo y se siente abandonado y traicionado. A lo largo del 27 de diciembre de 1871, acurrucado junto a un brasero y con la sola compañía de una perra en celo, repasa, por momentos con añoranza y por momentos con rencor, los momentos luminosos y oscuros de su vida. Se trata de un largo monólogo por el que desfilan Lavalle, Urquiza, Sarmiento, Camila O’Gorman, unitarios y federales, ganaderos, generales y la burguesía. Y Rosas se erige por encima de todos ellos como “el argentino que nunca dudó”.
El farmer, basada en la novela de Andrés Rivera, adaptada por Pompeyo Audivert y Rodrigo de la Serna y dirigida por Audivert, de la Serna y Andrés Mangone. Los intérpretes son Pompeyo Audivert y Rodrigo de la Serna y el músico en escena es Claudio Peña. La música original y el diseño sonoro también están a cargo de Claudio Peña, la iluminación es de Leandra Rodríguez, el vestuario de Julio Suárez y la escenografía de Alicia Leloutre.
Palabras de los directores sobre la adaptación:
“La adaptación de El farmer se basó en el desarrollo escénico de un concepto sumamente teatral y metafísico, que la novela de Rivera naturalmente destila: ‘el doble mítico’. Esto es: el alcance de la figura de Rosas en el inconsciente colectivo, más allá de su presencia física temporal. Su indudable proyección en el ser nacional como la identidad frustrada, la que no pudo ser, la que cayó en Caseros y no obstante permanece activa en las sombras, acechante y temible.
Porque Rosas es la herida bautismal y clandestina que nunca cicatriza, la marca maldita que no ha podido ser extirpada de nuestra historia, porque él es la línea de sangre que une nuestra identidad colectiva a la tierra, a la llanura. En él se expresan nuestros parentescos convulsos con esta “región de nacimiento”, con lo argentino. En el helado exilio inglés, el general Juan Manuel de Rosas y su doble cierran cuentas antes de morir.